Piruetas
Me doy cuenta hoy de que, consciente o inconscientemente, mi referente en lo profesional siempre ha sido ese simpático personaje que daba volteretas en la plaza mayor de Salamanca y en un cortometraje de Rodrigo Cortés sentenció: "Yo me gano la vida honradamente haciendo el pino". Hoy sé que esta frase, tomada en un sentido metafórico y con toda su dimensión ética y poética, vertebra mis aspiraciones en la vida laboral. Sí señor, yo me quiero ganar la vida honradamente haciendo el pino, a eso aspiro. El hombre de las piruetas ya no cruza la diagonal churrigueresca de la plaza mayor encadenando saltos mortales. A menudo pasa temporadas en un centro psiquiátrico, en parte por otro tipo de piruetas –las piruetas de la mente–, y en parte porque, como es sabido, en este mundo hay más cuerdos en los manicomios que fuera de ellos, así como hay más ladrones en los despachos de los bancos que en el interior de las cárceles. La escuela del mundo al revés, que diría Galeano.
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