Kit de emergencias
En la vieja casa, llena de trastos, llama la atención una tablita a la que están amarradas tres velas y una caja de fósforos. "Kit de emergencias" reza la madera con una esmerada caligrafía. Las velas están intactas y se aprecia que la caja de fósforos ni siquiera ha sido abierta. Los tres cirios han sobrevivido a las tormentas y los apagones, pero, mientras las contempla, Marcial se pregunta si hubiera sido conveniente prender una de aquellas mechas para conjurar el dolor. ¿Habría servido una llama para espantar la enfermedad, para impedir que una muerte a destiempo se llevara a quien más quería? ¿Tendrían algún poder contra la soledad, la tristeza o el cansancio? Marcial sospecha que no y se pregunta si todos esos reveses no serán simplemente parte de la propia existencia. Está convencido en ese caso de que la misma vida debería considerarse una emergencia y que si aquellas velas no estaban preparadas para protegerle de ella no deberían venderse sino como cirios para las tormentas; nada más. De todos modos, demandar al fabricante sería una aventura para la que no se siente con fuerzas, por lo que se conforma con encenderlas y esperar a que el fuego consuma al menos los recuerdos. Mientras las tres llamas bailan en el centro del salón, Marcial coge un libro de poemas y lo abre al azar. "No hay más cera que la que arde", dice el poeta.
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