Viernes, pero llueve

Por fin viernes! el tiempo por delante... para bailarlo, para fumarlo, para beberlo, para gozarlo al fin! Sin embargo llueve, y esa lluvia deja en el aire una extraña desazón, una pena que al mismo tiempo es de todos y no es de nadie. La tierra absorbe la lluvia, absorbe esa pena, absorbe todos los pasos de toda la gente. Y son demasiados pasos. Después de la lluvia el cuerpo queda como cansado, la tierra ya no es la tierra seca que fue en la mañana, es una especie de fango indeterminado donde nacerá el pan del invierno que viene. Los pájaros, simplemente, no están en ninguna parte... La gente viaja de un lado para otro, la cuestión es cambiar, salir del agujero donde pasamos los días de diario, los momentos mediocres entre archivadores, facturas, pantallas de 19 pulgadas, lapiceros Faber, la comida de mañana, la bronca de ayer... La gente huye de no se sabe muy bien qué, de no se sabe muy bien quién, tal vez cada uno escape de sí mismo, pero todos regresarán el domingo, aunque esta vez haya puente, y el domingo caiga en martes, pero igual será un maldito e inmerecido domingo.

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